Como ocurrió con muchas de las novelas de Blasco Ibáñez, Entre naranjos se benefició del tirón mediático en los Estados Unidos de The Four Horsemen of the Apocalypse. El escritor valenciano se había transformado en un verdadero filón y los editores norteamericanos no desaprovecharon la posibilidad de verter al inglés no solo las novelas que Blasco escribiría con posterioridad a 1919, sino también las que había publicado antes de la Gran Guerra. Pero, además, el recorrido editorial de Entre naranjos vino a ser un calco del que trazó una historia como la de Los enemigos de la mujer, descrita en otra entrada reciente de este blog.
El argumento protagonizado por la pareja Rafael Brull y Leonora se reeditó dos décadas después en los Estados Unidos, bajo el título de The Torrent. En el volumen lanzado por la editorial E. P. Dutton & Co., en 1921, figuraban como traductores Isaac Goldberg y Arthur Livingston. Asimismo, ese mismo año, desde junio hasta septiembre, la novela fue apareciendo por entregas en la revista Hearst’s International, incorporando como atractiva y enriquecedora novedad las excepcionales ilustraciones de Dean Cornwell.
Lejos de menguar el interés hacia este relato sentimental, un año después se fueron gestando las negociaciones para adaptarlo al soporte fílmico. De modo que el 2 de octubre de 1922 se firmó el contrato con la International Magazine, por el cual Blasco recibiría la cantidad nada despreciable de dieciséis mil quinientos dólares. Para la conversión del texto literario en guion cinematográfico, después del convenio entre la Cosmopolitan Productions (que tenía los derechos de la novela) y la MGM, se requirió el concurso de la joven Dorothy Farnum, encargándose de la ejecución del mismo el director Monta Bell, en cuyo currículo constaban por aquellas fechas unas comedias en las que se insistía en el papel dominante de sus personajes femeninos. Y precisamente, para encarnar el papel de Leonora, la actriz elegida iba a ser la estrella sueca Greta Lovisa Gustafsson, más conocida como la Garbo o la Divina, y que hasta entonces todavía no había participado en producción estadounidense alguna. En The Torrent se mediría con Ricardo Cortez.
La película se filmó en poco más de veintitrés días. Luego, solo unas semanas antes del estreno de la adaptación de otra novela de Blasco: Mare Nostrum, tuvo lugar simultáneamente, en febrero de 1926, la premiere de The Torrent en el Capitol Theatre, de Nueva York, y el Loew’s State Theatre, de Los Ángeles. La propia Garbo asistió a esta última, siendo presentada al público por el actor Conrad Nagel.
A la vez que el proyecto cinematográfico se fue materializando, deberá significarse, no obstante, que la novela gozó de otro cauce de distribución paralelo en la prensa. La práctica de la publicación por entregas estaba muy extendida, y se evidenció en las páginas del Buffalo Courier, cuando el 22 de agosto de 1925 se anunciaba para el día siguiente la aparición de la primera entrega de la historia:
Se trató de una publicación semanal, donde los aspectos de la novela que se reivindicaban eran «Romance, Adventure and Suspense». Para hacer más interesante el producto, los primeros números incorporaron ilustraciones de gran tamaño, realizadas primorosamente por Edmund Frederick, en las que se acentuaba el tipismo español de los personajes.
Que existió una conexión directa entre la difusión del texto literario y su transformación en film, lo demuestra el hecho de que, tras el aterrizaje de Greta Garbo en los Estados Unidos el 10 de septiembre de 1925, los trabajos de producción de la película estaban tocando a su fin a finales de diciembre. Solo unas semanas antes, el 28 de noviembre, se anunciaba en el The San Francisco Examiner la inmediata publicación por entregas, esta vez diaria, de The Torrent.
De nuevo iba a ser la prensa el soporte que renovaba la actualidad del relato blasquista. Claro que en esta nueva publicación las ilustraciones quedaron ancladas en los titulares del folletín, reproduciendo a través del dibujo imágenes de la película:
En esta ocasión, la productora fue la que suministró fotogramas que iluminarían el texto, al mismo tiempo que servían para despertar en el lector un interés por la visualización del film. Definitivamente, la novela que Blasco lanzó al mercado al iniciarse la centuria alcanzaba una dimensión nueva y se transformaba en un producto sometido a las manipulaciones del marketing, extendiendo por doquier, merced a la universalidad del arte cinematográfico, el nombre del escritor valenciano.