El estallido de la Gran Guerra desató el horror en el mundo, convirtiéndose en un acontecimiento entrevisto por muchos con proyección apocalíptica. Blasco Ibáñez fue de los que inmediatamente calibraron las magnas dimensiones del conflicto, y su existencia se vio trastocada en varios sentidos. Por un lado, el avance de las tropas alemanas le obligó a tomar partido por la causa francesa, porque no solo estaban en juego las vidas de millones de personas, sino que el militarismo germano ponía también en jaque el ideal de la libertad. Por el otro, quien había sufrido un duro golpe económico en su aventura argentina, transformó el conflicto armado en materia principal de diversas iniciativas periodísticas, editoriales y creativas. Piénsese en su Historia de la Guerra Europea de 1914, su película La vieille du cinéma, y sus cuentos y novelas sobre la guerra. De la difusión de estas últimas podría decirse que el propio escritor seguramente terminó viendo desbordadas sus expectativas iniciales.
Valga como botón de muestra la duradera singladura de una obra como Los enemigos de la mujer. Blasco Ibáñez escribió esta novela entre los meses de enero a julio de 1919. Para entonces no solo era conocedor de la repercusión inaudita de The Four Horsemen of the Apocalypse en los Estados Unidos (traducción que al terminar 1918 había alcanzado las cincuenta reimpresiones desde su publicación el 26 de julio), sino que, además, había establecido contactos que le serían de gran interés a la hora de aprovechar la próspera tesitura que le brindaba el mercado editorial norteamericano: por ejemplo, entre septiembre y octubre de 1918 con el profesor Federico de Onís y con el editor John Macrae, contratando los servicios de la agencia Foreign Press Service, liderada por Paul Kennaday y Arthur Livingston, para que velaran por los derechos de traducción de sus obras en aquel país. De hecho, mientras redactaba Los enemigos de la mujer, empezaron a sucederse a la otra orilla del Atlántico las traducciones de sus novelas y de diversos cuentos que se publicarían en distintos rotativos.
Bastante probablemente, bien avanzado el desarrollo argumental de la novela, se concretó la posibilidad de realizar en otoño una gira de conferencias por la nación de las barras y las estrellas. Y ello bien pudo influir en la decisión de incorporar una serie de referencias laudatorias al papel desempeñado por el ejército estadounidense en la resolución de la Gran Guerra, a la vez que encomiaba la figura del presidente Wilson. Tales menciones podrían transformarse en un magnífico reclamo para el público norteamericano, y el mismo escritor reivindicó la ocurrencia en una entrevista realizada a punto de embarcarse con rumbo a Nueva York (Charles Divine, «Ibanez to put the United States in his next novel», The Sun, 26-10-1919; San Francisco Chronicle, 9-11-1919). Aparte de considerar en dicha entrevista que el presidente Wilson era el primer poeta de la época, informaba que haber enviado reciente el manuscrito, a la vez, para su publicación en España y para su traducción en los Estados Unidos. Sin embargo, aunque la versión en castellano, de Prometeo, se adelantó en algunos meses (último trimestre de 1919) a la inglesa, esta última iba a tener un mayor recurrido.
En 1920, apareció The Enemies of Women, traducida por I. Brown, en la editorial neoyorkina E. P. Dutton & Co. No sería esta, sin embargo, la única vez que este título se plasmó con letras de imprenta. Entre los meses de abril a diciembre de ese mismo año, se publicó por entregas en la Hearst’s Magazine, con excelentes ilustraciones de artista de origen polaco W. T. Benda. Como era práctica habitual en la época, tales publicaciones eran publicitadas en los medios periodísticos sin escatimar recurso alguno.
Durante aquellos años la popularidad de Blasco Ibáñez alcanzaba tales cuotas, que, del mismo modo que las productoras invirtieron miles y miles de dólares en la adaptación de The Four Horsemen of the Apocalypse y Blood and Sand, con fecha de 20 de enero de 1921 se materializó el contrato con la International Magazine para el rodaje de The Enemies of Women. La Cosmopolitan encargó la ejecución del film al director Alan Crosland, siendo escogidos en los papeles estelares Lionel Barrymore, con quien Blasco mantenía muy buena sintonía, y la actriz Alma Rubens.
Según señalaba la prensa norteamericana, la Cosmopolitan tardó casi seis meses en llevar a cabo la producción. Intervendría en la misma el propio escritor, cuando el equipo de rodaje y las estrellas hollywoodienses se desplazaron a la Costa Azul para filmar en los escenarios donde Blasco situaba su historia, actuando durante una semana de noviembre de 1922 como excepcional cicerone (The San Francisco Examiner, 16-5-1923). Complacido con el desarrollo de la empresa, el novelista envió enseguida una carta a la Cosmopolitan que no tardó en ser extractada por la prensa (The Washington Times, 19-11-1922). En ella se deshacía en elogios sobre las virtudes de los actores protagonistas y de su director. Al mismo tiempo, relataba cómo estuvo levantándose todos los días a las cinco para dirigirse a Montecarlo, donde puso a Alan Crosland en contacto con aquellos residentes que conocían mejor los rincones más pintorescos del lugar o gestionó el permiso para poder «impresionar» en el Casino o en el palacio principesco.
Finalmente, la premiere del film tendría lugar el 1 de abril de 1923, Central Theater de Nueva York, exhibiéndose la película al día siguiente para el público en general. Más allá de la repercusión de esta adaptación cinematográfica, interesa destacar el hecho de que, a buen seguro, los intereses publicitarios condicionaron una nueva reimpresión por entregas de la traducción al inglés de la novela. Así, al menos en dos de los tres importantes rotativos norteamericanos donde se reeditó la historia, el texto iba acompañado de fotogramas de la «Cosmopolitan Production’s Screen of The Enemies of Women». A su vez, en estos mismos diarios el «serial» empezó a publicarse unos meses antes del estreno de la película, previo aviso previo de mayor o menor empaque al lector.
Así ocurrió en la «Magazine Page» de The Washington Times, a partir del 5 de diciembre de 1922.
Y de forma similar en el San Francisco Examiner, a partir del 11 de febrero de 1923.
En cambio, a partir del 14 de mayo de 1923, cuando el film ya seguía su circuito comercial, en la publicación por entregas de la novela en el The Buffalo Enquirer se prescindió de los característicos fotogramas que podían servir como reclamo. En su lugar, se enfatizaba en la presentación de la historia un aspecto, el sentimental, sobre el que también harían hincapié, en posteriores ocasiones, otros rotativos a la hora de editar periódicamente nuevos títulos de Blasco Ibáñez que, merced a su respectiva adaptación fílmica, alcanzaban nueva actualidad y fomentaban una lectura diferente al texto original, de acuerdo con los gustos de un público que, además de lector, había adquirido también la condición de espectador.