Bien sabido es que entre Blasco Ibáñez, Sorolla y Mariano Benlliure existió una estrecha relación personal. Un vínculo que se concretó en las más diversas manifestaciones de la vida pública y privada, y del que quedó también testimonio gráfico para la posteridad. Precisamente, una de las imágenes donde aparecen juntos los tres artistas valencianos, usada como portada en el catálogo de la exposición «BSB. Tres amigos valencianos», que tuvo lugar en la Sala de Exposiciones del Ajuntament de València, en 2013, propiciaba serias dudas sobre la fecha exacta y el motivo que reunió a los distinguidos personajes. ¿Deberíamos datar el encuentro en 1902, en alguno de los numerosos banquetes u homenajes en los que coincidieron los tres?
A continuación, nos referimos a unas circunstancias que quizá permitan una mayor precisión cronológica. Para ello será necesario ir más allá de la peripecia de los tres artistas, y conceder protagonismo a una iniciativa que se fraguó entre señalados miembros de la colonia valenciana que residía en Madrid. El 13 de febrero de 1905, en las páginas de La Correspondencia de Valencia, se hablaba de una sociedad «cómica-lírica-dramática», especie de asociación de la que debería surgir más tarde un círculo valenciano, que se proponía representar en la Corte una función mensual de teatro valenciano y organizar concursos literarios. La sociedad pasó a denominarse Escalante, en honor del famoso dramaturgo, y tuvo como presidente de su junta directiva al periodista Luis Morote.
En paralelo a los primeros pasos de la citada sociedad, habrá que recordar que en 1905 se conmemoraba el tercer centenario de la publicación de la Primera parte del Quijote. Para participar en las celebraciones preparadas en la capital, viajó hasta allí, el 6 de mayo, el activísimo orfeón El Micalet, entre cuyo repertorio había un himno a Cervantes. Además, los integrantes de la coral dieron muestras de su arte con intervenciones en el café de España, en la redacción del diario El Liberal o ante el senador Amalio Jimeno. Asimismo, tuvieron que retrasar su regreso a Valencia a instancias de la Sociedad Escalante, que invitó a la coral a participar en la velada artística a celebrar en el teatro de la Princesa el 13 de mayo.
Conforme relatan algunas crónicas periodísticas, en dicha velada los motivos escénicos y musicales tuvieron una neto sabor regionalista, formando parte de un espectáculo en el que la recaudación iba destinada en «beneficio del futuro/del proyectado Círculo valenciano» (Heraldo de Madrid, 14-5-1905; y El Imparcial, 15-5-1905). La numerosa concurrencia allí reunida pudo disfrutar, en principio, de las representaciones que varios componentes de la Sociedad Escalante realizaron de las piezas La escaleta del dimoni, del autor homónimo, y de Tres abelles de colmena, de Antoni Roig i Civera. Luego, sonó la música del maestro Giner, con interpretaciones de Es chopà hasta la Moma y Nit d’albaes. La tiple Lucrecia Arana, enfundada en el traje típico de huertana, deleitó al auditorio con un número de Les barraques, del maestro Peydró; para dar paso, finalmente, al concurso del orfeón El Micalet, el cual interpretó composiciones como el Himno a Cervantes (música de Giner y letra de Teodoro Llorente) o los Ecos del Turia.
El éxito de la función sabatina solo fue comparable al de la fiesta que tendría lugar, como había anunciado la prensa varios días antes (El Globo, 6-5-1905), solo un día después: otra vez, la Sociedad Escalante era la organizadora de un evento en el Campo del Recreo madrileño, en honor de su presidente, Luis Morote. Para la ocasión, se prepararon quince o dieciséis paellas de gran tamaño, que vinieron a degustar los numerosos comensales distribuidos en varias mesas alargadas que se dispusieron junto a «la casilla del guarda de los Viveros» (Las Provincias, 15-5-1905): componentes de la Sociedad Escalante y de la coral El Micalet, y, en la mesa presidencial, un grupo nutrido de distinguidos personajes en torno a la figura del homenajeado: cítense, sobre todo, los nombres de Blasco Ibáñez, Sorolla y Mariano Benlliure.
Cuando en la foto de que se hablaba más arriba los tres amigos contemplan, de pie, la danza de una pareja de bailarines, bien es posible presumir que el motivo de su encuentro tuvo mucho que ver con una fiesta donde los concurrentes ostentaron su amistad con Morote y, sobre todo, desde la distancia, su apego a la «terreta» que les vio nacer.