Descripción del proyecto
I
A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los primeros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos.
Chirriaron varias puertas. Una churrería exhaló el punzante hedor del aceite frito. En las tabernas, los mozos soñolientos alineaban en una mesa, junto a la entrada, la batería del envenenamiento matinal: frascos cuadrados de aguardiente con hierbas y cachos de limón.
Acababa de abrirse el fielato y los carreteros se agolpaban en torno de la báscula. Los cántaros de estaño brillaban en largas filas bajo el sombraje de la entrada.
Discutían a gritos por el turno.
Todos mostraban gran prisa por que les diesen entrada, azorando con sus peticiones al de la báscula y a los otros empleados que, envueltos en sus capas, escribían a la luz de un quinqué.
Así como avanzaba el día era más grande la afluencia de carros y cabalgaduras en la glorieta de los Cuatro Caminos. Llegaban de Fuencarral, de Alcobendas o de Colmenar, con víveres frescos para los mercados de la villa.