En marzo de 2009 cayó en mis manos, paseando por la Gran Vía Marqués del Turia entre las casetas de la XXXI Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, el tomo primero del Diccionario Filosófico de Voltaire. En la primera página consta escrito con lápiz el precio de venta: 7 euros. En la portadilla interior figura: «F. Sempere, editor. C/ Pintor Sorolla, 30 y 32. Valencia». No se indica el año de edición. A continuación, aparece el sello, en forma ovalada, con el nombre cuñado de la Escuela de Artesanos. En la siguiente página se puede leer una dedicatoria, en letra cursiva con tinta negra: «A las Escuelas de Artesanos como testimonio de admiración». En la firma se aprecia el nombre de Vicente Blasco Ibáñez, con su rúbrica característica. A mí me resultaba familiar porque era la que aparecía en las cubiertas de los tres volúmenes de las obras completas del autor, en la (segunda) edición de Aguilar (1949). Recuerdo estos ejemplares, desde que tengo memoria, en las estanterías de la pequeña biblioteca que mi padre fue atesorando en el primer domicilio de la calle Finlandia. Esa biblioteca formó parte del paisaje de nuestra infancia y fue la que inspiró las bibliotecas que después irían conformando cada uno de sus cinco hijos. Todavía recuerdo la imagen entrañable de mi padre sentado en un sillón orejero y leyendo, tras una larga jornada de trabajo en la tabacalera de Micer Mascó (hoy destinada a dependencias del Ayuntamiento), mientras fumaba plácidamente una pipa.
La elegante portada entelada del libro –complementada en su contraportada por el lema: «Arte y Libertad»– la curiosidad por la obra del ilustrado francés, lo inesperado de la dedicatoria y lo asequible del libro, hacían muy difícil no caer en la tentación de comprarlo. Y así fue como este ejemplar pasó a ser uno más de los habitantes de mi biblioteca, tan ecléctica, ahora me doy cuenta, como la de mi padre.
¿Qué hacía este ejemplar de la Escuela de Artesanos en una librería de lance? ¿Qué relación tenía Blasco Ibáñez con la Escuela de Artesanos? ¿En qué año realizaría el escritor esta dedicatoria? ¿No debería volver este libro al lugar al que pertenece? Son cuatro preguntas que se encadenan y que ahora, con el volumen en las manos, cobran un relieve singular.
La respuesta a la primera pregunta debe quedar, por ahora, abierta: podría pensarse en algún hurto o en alguna pérdida involuntaria, pero eso forma parte de las conjeturas.
Respecto a la segunda pregunta, en la página web de las Escuelas de Artesanos se puede leer esta entrada de septiembre de 2017: «Las Escuelas poseen un bello poema que escribió Vicente Blasco Ibáñez cuando era un joven de unos 18 años y pone de manifiesto su admiración por la labor de nuestra Institución. Este poema, redactado y compuesto especialmente para enaltecer a la Junta de las Escuelas de Artesanos, se perdió en el tiempo y lo hemos encontrado recientemente en nuestro Archivo histórico del siglo XIX. Se pone nuevamente en valor aprovechando el año de “Blasco Ibáñez” (150 aniversario de su nacimiento) para que sirva como conocimiento de todos y materia de estudio y también como homenaje a su autor. Su relación con las Escuelas fue escasa aunque fructífera».
La relación del novelista valenciano con la Escuela de Artesanos pudo deberse a su presencia, intensa y prolongada, en las instituciones e iniciativas locales durante su juventud, de la que diferentes estudios han dado buena cuenta. Pero los detalles de esta segunda cuestión quedan para los estudiosos del autor o de la historia de la cultura.
Para responder a la tercera pregunta, es necesario remitirse a la figura del editor valenciano Francisco Sempere (1859-1922), con el que Blasco Ibáñez mantuvo una estrecha amistad (como consta en su correspondencia durante 25 años conservada en el inventario de la Colección Francisco Sempere Masià en la Biblioteca Nicolau Primitiu) y con el que se asoció en 1898 en la Casa Editorial F. Sempere. Esta editorial defendía ideales laicos, científicos e ilustrados, y su cubierta se caracterizaba precisamente por las palabras, convertidas en una declaración de intenciones, «Arte y libertad».
En el Proyecto Filosofía en Español (http://www.filosofia.org/enc/vol/vol.htm) se encuentra la siguiente información: «En 1901 apareció en España el Diccionario Filosófico de Voltaire, en seis volúmenes, publicado por el editor valenciano F. Sempere (impreso en la Imprenta de El Pueblo). En la portada de esta edición figura el siguiente lema: “Voltaire es un precursor. Es el portaantorcha del siglo XVIII que precede y anuncia la Revolución. Es la estrella de esa gran mañana. Los sacerdotes tienen razón para llamarle Lucifer. Víctor Hugo”. Efectivamente, así aparece en el ejemplar que nos ocupa. Y en la página impar siguiente, previa a la que da inicio al contenido del Diccionario, con la letra A (Alfabeto), se puede leer en la parte inferior: Imprenta de EL PUEBLO.-Pascual y Genís, 3, Valencia. No se menciona en esta edición ni la procedencia del texto ni el nombre del traductor. Tampoco se hace figurar fecha alguna de publicación, aunque Christopher Todd («A Provisional bibliography of published Spanish translations of Voltaire», Studies on Voltaire and the eighteenth century, CLXI, 1976, 43-136, papeleta 147) menciona una cita a esa edición datada en diciembre de 1901.» El Proyecto Filosofía en español ha digitalizado el Diccionario Filosófico siguiendo esta primera edición valenciana de Sempere. La firma de Blasco Ibáñez podría ser del mismo año de la edición o de poco después. Una época en la que «la pasión docente y emancipadora de Blasco Ibáñez tiene su máximo exponente de realidad, al dirigir estas publicaciones a la economía de jornaleros, obreros y pequeños comerciantes» (J. Lluch-Prats, Levante, 28-01-2017)
Este casual y feliz hallazgo (puesto que salió al encuentro sin buscarlo, como suelen hallarse las mejores cosas) alcanza el final que le corresponde, y da respuesta a la cuarta cuestión. El libro parecía estar esperando, bien conservado a pesar de tantos trajines, la mejor ocasión para dejar de ser un objeto privado y pasar a formar parte del patrimonio cultural del escritor al que se debió la iniciativa de su edición.
La trama de la vida –este juego de azar y necesidad, de historia y de actualidad– ha hecho posible un pequeño acto de justicia poética: el libro firmado por Blasco Ibáñez vuelve al lugar al que pertenece desde hace más de cien años. Y de paso, este retorno rinde homenaje a los buenos escritores y artesanos y también a todas aquellas personas buenas y sencillas como mi padre que, con formación y tesón de autodidacta, supieron transmitir el amor a la lectura y a la educación.
El libro regresa finalmente a su casa, el autor valenciano nos invita a la lectura o relectura de sus obras y el comprador de esta pequeña pieza ha podido hacer un breve ejercicio de reconocimiento y de memoria biográfica.
José Beltrán Llavador
Universitat de València
Valencia, 23 de abril de 2020